Un razonable escepticismo. Por R. Lewontin

¿Qué es la ciencia? ¿Qué función desempeña dentro de la sociedad? ¿Qué tipo de relación tiene con el contexto social, económico y cultural en el que se desarrolla? Os proponemos las reflexiones del conocido genetista estadounidense Richard Lewontin sobre estas cuestiones, tal como las expresó en el primer capítulo del libro «Biology as ideology – The doctrine of DNA« (Biología como ideología – La doctrina del ADN). El libro – del que todavía no existe una traducción al castellano – es la recopilación de cinco ensayos que vieron la luz por primera vez en forma de clases que Lewontin dio en la CBC (Canadian radio broadcaster), en el marco de las Massey Lectures Series del año 1990. Las Massey Lectures son una serie de conferencias sobre un tema político, cultural o filosófico creadas en 1961 para honrar a Vincent Massey, Gobernador General de Canadá, con el objetivo de «permitir a las personalidades distinguidas de comunicar los resultados de su investigación original sobre temas importantes de interés contemporáneo».  «Un razonable escepticismo» es el título de la conferencia de la que hemos traducido un extracto.
Se trata, por supuesto, de las opiniones personales de un científico en particular que, pese a ser muy reconocido, no representa la mayoría de sus compañeros. Sus ideas — cercanas a las de autores como Stephen Jay Gould, Richard Levins y Steven Rose, entre otros — son controvertidas y han suscitado mucho debate a lo largo de los años. 
Junto con otros, como Gould, Lewontin ha sido un crítico persistente de algunos aspectos del neodarwinismo. En concreto, ha criticado a los defensores de la sociobiología y la psicología evolucionista como Edward O. Wilson y Richard Dawkins, que intentan explicar el comportamiento de los animales y las estructuras sociales en términos de ventaja o estrategia evolutiva. Él y otros critican este enfoque cuando se aplica a los seres humanos, como en el caso del determinismo genético.
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Un razonable escepticismo.

La ciencia es una institución social sobre la que pesa una gran cantidad de malentendidos, incluso entre los que forman parte de ella. Pensamos que la ciencia es una institución, un conjunto de métodos, un conjunto de personas, un gran cuerpo de conocimiento que llamamos científico, que es de alguna manera separada de las fuerzas que rigen nuestra vida cotidiana y que gobiernan la estructura de nuestra sociedad.

Portada de la versión original del libro de Richard Lewontin, «Biology as Ideology – The doctrine of DNA»

Pensamos que la ciencia es objetiva. La ciencia nos ha traído todo tipo de cosas buenas. Ha aumentado enormemente la producción de comida. Ha aumentado la nuestra esperanza de vida desde los escasos 45 años del principio del siglo a los más de 70 en lugares ricos como América del Norte. Nos ha hecho llegar a la luna y nos permite ver lo que pasa en el mundo quedándonos en casa sentados.

Al mismo tiempo, la ciencia, al igual que otras actividades productivas, al igual que el estado, la familia, el deporte, es una institución social completamente integrada en la estructura de todas las demás instituciones sociales y es influenciada por ellas. Los problemas que la ciencia trata, las ideas que se utilizan para investigar esos problemas, incluso los llamados resultados científicos que surgen de la actividad investigadora, están profundamente influenciados por las predisposiciones que derivan de la sociedad en que vivimos. Después de todo, los científicos no lo son desde el principio de sus vidas, sino que son seres sociales inmersos en una familia, un estado,  una estructura productiva; y verán la naturaleza a través de la lupa que ha sido moldeado por su experiencia social.

Más allá de este nivel personal de percepción, la ciencia es moldeada por la sociedad porque es una actividad productiva humana que necesita tiempo y dinero y por tanto es guiada y dirigida por aquellas fuerzas en el mundo que tienen el control sobre dichos recursos. La ciencia precisa de ciertos bienes, del mismo modo que forma parte del proceso de producción de otros. La ciencia utiliza el dinero. La gente se gana la vida con la ciencia, y por consiguiente las fuerzas sociales y económicas dominantes determinan en gran medida lo que la ciencia hace y como lo hace. Además, esas fuerzas tienen el poder de apropiarse de ideas procedentes de la ciencia que son especialmente aptas para mantener y continuar la prosperidad de las estructuras sociales de las cuales forman parte. De esta manera otras instituciones sociales ejercen una acción adentro de la ciencia tanto en lo que se hace como en la manera de pensar lo que se hace, y toman de la ciencia conceptos e ideas que respaldan sus instituciones y las hacen aparecer legítimas y naturales. Es a este proceso dual – por un lado, la influencia y el control social sobre lo que los científicos hacen y dicen, por el otro, el uso de lo que los científicos hacen y dicen para reforzar el apoyo a las instituciones de la sociedad –  al que nos referimos cuando hablamos de ciencia como ideología.

La ciencia desempeña dos funciones. En primer lugar, nos proporciona nuevas maneras de manipular el mundo material produciendo un conjunto de técnicas, prácticas e inventos gracias a los cuales se han producido nuevos objetos y la calidad de nuestras vidas ha cambiado. Esos son los aspectos de la ciencia a los que lo científicos se apelan cuando tratan de obtener dinero de los gobiernos o cuando aparecen en las portadas de los periódicos en un esfuerzo de relaciones públicas para mantener su prosperidad. En las noticias, leemos repetidas veces cómo “la ciencia ha descubierto” algo, pero, muy a menudo, estas noticias son acompañadas por matizaciones. Los biólogos has descubierto “evidencias” de que los genes “algún día podrían” llevar a una “posible” cura contra el cáncer.

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Esta captura de pantalla de nuestro Twitter sacada el día 3 de marzo representa un buen ejemplo, muy reciente, de noticia acompañada por matizaciones.

A pesar de que sus comentarios excesivamente optimistas engendran cierto cinismo, sigue siendo cierto que los científicos realmente cambian la manera en la que nos enfrentamos al mundo material.

La segunda función de la ciencia, a veces independiente y a veces estrechamente relacionada con la primera, es la función de la explicación. Aunque los científicos no están realmente cambiando la dimensión material de nuestra existencia, están constantemente explicando por qué las cosas son como son. Se dice a menudo que estas teorías sobre el mundo deben ser producidas para poder, en última instancia, cambiar el mundo a través de la práctica. Después de todo, ¿cómo podemos curar el cáncer si no entendemos lo que causa el cáncer? ¿Cómo podemos aumentar la producción de alimentos si no entendemos las leyes de la genética y la nutrición de las plantas y de los animales?

Sin embargo, cabe destacar que una parte importante de la ciencia práctica ha sido capaz de evolucionar de manera independiente de la teoría. […]

El maíz híbrido se dice que es uno de los grandes triunfos de la genética moderna en acción, ayudando a alimentar a las personas y a aumentar su bienestar. Sin embargo, el desarrollo del maíz híbrido y, de hecho, de casi todos los híbridos de plantas y animales, en la práctica ha seguido un camino completamente independiente de cualquier teoría científica […] a través de métodos indistinguibles de los utilizados en los siglos pasados, ​​antes de que nadie hubiese oído hablar de la genética.

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Podemos decir lo mismo de nuestros intentos de hacer frente a plagas como el cáncer o las enfermedades del corazón. […] La medicina sigue siendo, a pesar de todas las charlas de la medicina científica, esencialmente, un proceso empírico en el que uno hace lo que funciona. […]

No está del todo claro si una correcta comprensión de cómo funciona el mundo es fundamental para una exitosa manipulación del mundo mismo. Pero, independientemente de la verdad práctica de las afirmaciones científicas, las explicaciones de cómo funciona realmente el mundo sirven a otro fin, uno en el que se ha conseguido un notable éxito. El fin de la legitimación.

Independientemente de las opiniones políticas, todos debemos concordar que vivimos en un mundo donde el bienestar psíquico y material es distribuido de manera muy desigual […] en todas las sociedades conocidas se ha producido algún tipo de lucha entre los que tienen y los que no tienen, entre los que tienen el poder social y los privados de él. […] Es obviamente en el interés de aquellos que tienen el poder en la sociedad prevenir tales conflictos violentos y destructivos, aun cuando, con el poder de policía del Estado, están seguros de ganar.

Cuando se dan luchas de este tipo se crean instituciones cuya función es evitar el enfrentamiento violento convenciendo a la gente de que la sociedad en la que vive es buena y justa, o, si no es del todo buena y justa, entonces es inevitable, por lo que es inútil recurrir a la violencia. Estas son las instituciones de legitimidad social. […]

En casi toda la historia de la sociedad europea desde el imperio de Carlomagno, la principal institución de la legitimidad social era la Iglesia Cristiana. Por la gracia de Dios, cada persona tenía un lugar predeterminado en la sociedad. […]

Para que una institución pueda explicar el mundo de tal una manera de legitimarlo, debe poseer varias características. En primer lugar, debe parecer que la institución en su conjunto se deriva de fuentes externas a la habitual lucha humana en el ámbito de lo social. No debe parecer como una creación de fuerzas políticas, económicas o sociales, sino como algo que derive de una fuente sobrehumana. En segundo lugar, las ideas, declaraciones, normas y resultados de las actividades de la institución deben tener una validez y una verdad trascendente que va más allá de cualquier posibilidad de compromiso o un error humano. Sus explicaciones y sus declaraciones son ciertas en un sentido absoluto y parecen provenir de una fuente de alguna manera absoluta. Y, por último, la institución debe tener alguna cualidad mística y misteriosa, por lo que su funcionamiento más interno no es inmediatamente claro a cualquiera. Debe expresarse en un lenguaje esotérico, que necesita ser explicado a las personas comunes y corrientes por los que están especialmente bien informados y pueden intervenir entre la vida de todos los días y las misteriosas fuentes de la comprensión y el conocimiento.

La Iglesia cristiana, o de hecho, cualquier religión revelada, cumple perfectamente con estos requisitos, por lo que la religión ha sido una gran institución para legitimar la sociedad. […]

Pero esta descripción también se ajusta a la ciencia y ha significado que la ciencia reemplazara a la religión como la fuerza principal de legitimación en la sociedad moderna. La ciencia tiene un método que es objetivo y apolítico, cierto en todas las circunstancias. Los científicos creen realmente que, salvo en el caso de intrusiones no deseadas por parte de políticos ignorantes, la ciencia está por encima de las peleas sociales.

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[…] No sólo se argumenta que los métodos y las instituciones de la ciencia están por encima de las relaciones humanas comunes, sino que, por supuesto, se revindica la absoluta veracidad de los productos de la ciencia. Se revelan los secretos de la naturaleza y, una vez revelada la verdad acerca de la naturaleza, tienes que aceptar los hechos de la vida. Cuando habla la ciencia, que no vuele una mosca. Por último, la ciencia habla en términos misteriosos. Nadie que no sea experto puede entender lo que un científico dice y hace, y necesitamos de personas especiales – periodistas científicos, o profesores que hablan en la radio – que nos explican los misterios de la naturaleza, porque de otra forma no hay nada más que fórmulas indescifrables. Tampoco un científico es siempre capaz de entender las fórmulas de otro. Una vez le preguntaron a Sir Solly Zuckerman, el conocido zoólogo inglés, que hacía cuando, leyendo un ensayo científico, se topaba con fórmulas matemáticas, y él contestó: “Las tarareo”.

Pese a sus reivindicaciones, la ciencia, como la Iglesia ante que ella, es una institución sumamente social que, en cada época, refleja y refuerza los valores y las opiniones prevalentes en la sociedad. A veces la fuente de una teoría científica dentro de la experiencia social y la manera en la que dicha teoría científica es la traducción directa de la experiencia social son del todo evidentes, hasta los más mínimos detalles. El caso más famoso es la teoría de la selección natural de Darwin. […]

Lo que Darwin hizo fue tomar la economía política de principio del siglo XIX y extenderla hasta incluir toda la economía natural.

La gran parte de la influencia ideológica que la sociedad ejerce sobre la ciencia es mucho más sutil. Dicha influencia se ejerce a través de supuestos acerca de cuestiones fundamentales que los mismos científicos suelen aceptar sin estar del todo conscientes y que aun así tienen un efecto profundo sobre la forma de sus explicaciones, las cuales, a su vez, sirven típicamente para reforzar las actitudes sociales de las que dichos supuestos derivan originalmente.  Uno de estas cuestiones fundamentales es la relación entre el individuo y la colectividad, el famoso problema de la parte y el todo. Antes del siglo XVIII, la sociedad europea valoraba poco o nada el individuo. […]

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El desarrollo de la ciencia en la Edad Media y en el Renacimiento se caracterizó por una visión de la naturaleza como un todo indisoluble. Lo viviente y lo inanimado podía transformarse el uno en el otro siempre y cuando se conociera la fórmula para hacerlo. La naturaleza no se podía comprender desmontándolas en piezas porque de esta manera se habría destruido lo que le es esencial. Alexander Pope dijo que era como buscar la vida en criaturas diseccionadas: se pierde en el mismo instante en el que se encuentra. La organización social se concebía como un todo indisoluble, y lo mismo valía para la naturaleza.

Con el cambio de la organización social inducido por el desarrollo del capitalismo industrial, apareció una nueva visión de la sociedad, en la que el individuo era fundamental e independiente, casi como un átomo autónomo que se podía mover de un sitio a otro y de un rol a otro. La sociedad se concibe entonces como la consecuencia, y no la causa, de las propiedades del individuo. Son los individuos los que hacen la sociedad. […]

A esta sociedad atomizada hizo de contrapunto una nueva visión de la naturaleza, la visión reduccionista. Se creyó entonces que el todo sólo se podría entender precisamente si se dividía en pedazos, y que estos pedazos individuales – los átomos, las moléculas, las células y los genes – eran las causas de las propiedades de los objetos enteros y se tenían que estudiar por separado para entender la complejidad de la naturaleza. […]

mecanicismo

Nos hemos acostumbrado a la visión nacida con Cartesio del mundo como máquina atomista hasta el punto que nos hemos olvidado de que se trata de una metáfora. Ya no pensamos, como Cartesio, que el mundo es como un reloj, sino que creemos que el mundo es un reloj. No llegamos ni a concebir una visión alternativa sin remontar a la era precientífica. Para los que están descontentos con el mundo moderno y sienten aversión hacia los sub-productos de la ciencia -la contaminación, el ruido, el mundo industrial, las terapias médicas mecanizadas que en la mayoría de los casos no consiguen que nos encontremos mejor-; para la gente que quiere volver a los buenos tiempos antiguos, la reacción ha sido la de retroceder a una descripción del mundo como un todo indisoluble al que asesinamos para diseccionarlo. Según ellos, no sirve para nada intentar disgregar en partes  algo ya que, inevitablemente, se pierde su esencia, lo mejor que se puede hacer es tratar el mundo holísticamente.

Sin embargo, esta visión holística del mundo es insostenible. Es simplemente otra forma de misticismo y no permite manipular el mundo de manera favorable para nosotros. […] Aunque desde cierto punto de vista teórico, “el estremecimiento de una flor llega hasta la estrella más lejana”, en la práctica el cuidado que presto a mi jardín no tiene ningún efecto sobre la órbita de Neptuno porque la fuerza gravitatoria es extremadamente débil y decrece muy rápidamente con la distancia. Por lo tanto, es evidente que hay algo de verdad en la creencia de que el mundo puede ser dividido en partes independientes, pero eso no representa un principio universal para el estudio de toda la naturaleza. […]

El reto es construir una tercera vía que no vea el mundo ni como un todo indisoluble ni lo considere, según la visión igualmente incorrecta pero prevalente al día de hoy, constituidos a todos los niveles por pedacitos que pueden ser aislados y cuyas propiedades pueden ser estudiadas individualmente. Ambas ideología – una que refleja el mundo social feudal premoderno y la otra el moderno, competitivo, individualista y empresarial – nos impiden ver toda la riqueza de las interacciones que se dan en la naturaleza. En conclusión, nos impiden comprender a fondo la naturaleza y resolver los problemas de los que se supone que la ciencia se ocupa. […]

Existe una diferencia entre escepticismo y cinismo, de hecho el primero puede conducir a la acción, el segundo solamente a la pasividad. Así estas páginas tienen también un fin político, como es el de animar a los lectores a no abandonar la ciencia a los expertos, a no dejarse confundir por ella. El fin de animarles a exigir la creación de una refinada comprensión científica que pueda ser compartida entre todos.

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